**Labios sangrantes sedientos de vida y recuerdos. Ingenioso destino el de la sombra susurrante, gira alrededor de la lluvia agonizante. Hacía una inmensa madre noche, volando, Tiritando, esperando a que su gemido sea oído. Fuego en sus ojos vacíos, llenos de sombras. Intensa sed de sangre entre épocas de existencia. Recuerdos olvidados Entre sueños teñidos de carmín**

domingo, 15 de marzo de 2009

Gritos Huecos

**El frío se colaba por debajo de las sábanas y un sudor frío le recorrió el espinazo. No podía moverse, acurrucada en su lecho, agarraba desesperada los último minutos de su vida, porque sabía que esa noche moriría.

El sol se había ocultado hacía horas dejando una oscura noche sin estrellas, sin nubes y sin vientos que azotasen su ventana. Tan solo había dejado oscuridad, negra, fría, muerta y tan parecida a la nada...

Porque en eso se convertiría ella, en nada. Una vez su corazón dejase de bombear la sangre de su cuerpo, una vez sus pulmones dejasen escapar su último aliento, una vez que su alma saliese de ella... todo habría acabado.

Por eso no podía evitar que las lágrimas cayesen de sus ojos, recorriendo sus mejillas pálidas. Sus manos atrapaban la sábana como garras y sus uñas la rasgaban. Fue entonces cuando bajo la puerta empezó a entrar su temor.

De GrAn AuToRa


Silueta negra de mujer, ojos negros y piel blanca. De manos puntiagudas y de uñas pálidas. Sus dientes se entreveían, afilados y pálidos. La muerte la miró y con una tranquilidad desquiciante se acercó a ella.

La joven se incorporó, levantándose de su cama. No quería morir, pero su cuerpo estaba escuálido, enfermo y había empezado a morirse hacía tiempo. Pegó su espalda a la pared. Sus ojos abiertos por el terror observaban la figura con una mirada teñida de lágrimas. El camisón blanco que llevaba, le quedaba grande.

He venido a traerte conmigo. Ha llegado tu hora de dejar este mundo. Te he salvado varias veces del final que te esperaba pero ya no puedo hacer nada. Hoy despídete del aire de tus pulmones y de los latidos de tu corazón. Vendrás conmigo, serás una más de mi colección”- sonrió la muerte con malicia.

Ella negó con la cabeza mientras balbuceaba palabras sin sentido, su cuerpo temblaba sin poder evitarlo. No podía moverse, estaba paralizada. La muerte se acercó a ella levantando una de sus huesudas manos. Cuando estuvo cerca pudo oler el color rancio que despedía aquella joven que se aferraba a la vida sin saber que ésta ya la había abandonado nada más llegar ella.

Sintió un horrible dolor, su boca se abrió en una mueca cuando la garra de la muerte le apresó su corazón y lo apretó, explotándolo y derramando su sangre contra la pared de sus entrañas. Todo se volvió negro y sintió que sus piernas temblaban dejándola caer contra el suelo de madera.

Los ojos abiertos, vacío de cualquier aliento de vida. Su boca levemente abierta de la cual salía un chorro de sangre caliente. Su cuerpo, retorcido en el suelo. Se miró las manos, ahora no era ella misma. Su cuerpo no era su cuerpo. Era una copia vacía del anterior. No sentía vida en sí misma. No respiró ni sintió como su corazón bombeaba como loco su sangre.

Tampoco salió sonido alguno de su boca, aunque gritó. Era nada. La muerte rió con sorda.
Alrededor de la cintura de la joven había una cadena oxidada y puntiaguda que se clavaba en el cuerpo vacío del espectro. La muerte se dio la vuelta con la cadena entre sus manos.

La joven sintió como tiraban de ella, alejándola de su cuerpo inerte. Intentó resistirse pero la fuerza de la muerte era mucho mayor. Se agarró al suelo, siendo arrastrada. Dejándose las uñas en el suelo de madera, gritando sin que nadie la escuchase.

Y desapareció, convirtiéndose en otro pedacito de una gran nada**

lunes, 9 de marzo de 2009

Hijos de la Oscuridad XI: "Final"

"Era extraña ver a un grupo de espectros juntos, pero así era. Caminaban unidos entre los árboles de mirada atónita.
Madeleyn se lamentaba y dejaba tras de sí una aureola de color violeta, como un aroma, como un perfume.
Ezequiel sobrevolaba a pocos metros las cabezas de los árboles, precipitándose una y otra vez hacía el vacío para planear antes de rozar el mustio suelo.
Eliza miraba todo con sus ojos azules, como una chiquilla inocente. La cadena arrastraba tras ella y crujía dejando toda hierba negra. Agarraba de la mano a Meyson, el espectro translúcido. No miraba al frente pero sus ojos miraban el horizonte, no decía nada y su alma gritaba de dolor. Eliza arrastraba de él, le guiaba entre un mundo perdido. Era su guía, su luz, su única esperanza de cordura.Y las nubes susurraron la noticia.

El aire proclamó los murmullos.

Fueron en esos tiempos, en los que la luna acunaba al mundo, cuando los espectros vagaban en busca de la flor violeta. Y todo espectro lo sabía, toda alma los ignoraban. Cuando pedían ayuda, perdidos entre la niebla. Cuando un refugio no encontraban en el día.

Eran castigados por la muerte y otros no podían ayudarles.Ni las lágrimas rompían el corazón, ni sus lamentos eran escuchados. Tan solo les dejaban pasar, mientras les miraban, temiendo ser algún día como ellos.

De GrAn AuToRa


Y si ves a Ezequiel sobrevolando la noche, con sus alas finas y delgadas, con su venda en los ojos, sus labios negros y sus lamentos.

Y si vez a Madeleyn atravesando el bosque, con su llanto negro y su aureola violeta. Con su manto oscuro y su pálido rostro.

Y si vez a Eliza y Meyson, agarrados de la mano. Guiándose mutuamente entre jardines de ceniza, si les ves mirando el horizonte con sus ojos azules.

Tan solo, déjales pasar. Mírales irse. No les tiendas la mano, ni les ayudes.Porque en realidad la eternidad es suya y suyo es el castigo de sus almas.

Todavía en los días de luna clara, cuando el amanecer empieza a despuntar, se les puede distinguir. Sombras del pasado, almas perdidas. Como rastros de lo que un tiempo fueron como tú"