GrAn AuToRa

**Labios sangrantes sedientos de vida y recuerdos. Ingenioso destino el de la sombra susurrante, gira alrededor de la lluvia agonizante. Hacía una inmensa madre noche, volando, Tiritando, esperando a que su gemido sea oído. Fuego en sus ojos vacíos, llenos de sombras. Intensa sed de sangre entre épocas de existencia. Recuerdos olvidados Entre sueños teñidos de carmín**

viernes, 11 de septiembre de 2009

[Carta de Despedida]

Oí, hace tiempo, que cerraron el almacén y que la iglesia blanca se quemó en una tormenta eléctrica. También sé que la casa de la playa fue derruida a causa del tiempo, y que las grutas ahora están cerradas para que nadie entre en su laberinto de piedra.

Espero que, por lo menos, el faro siga en pie y que su fundida luz apacigüe las olas.
Me contaron que ahora, el pequeño pueblecito está lleno de chalets y que en verano está repleto de gente. Y que, el puerto se modernizó y puso un paseo marítimo a lo largo de la arena. Me entristece un poco pensar que sus calles han cambiado, pero supongo que el cambio no estará tan mal después de todo y que no os hará mal a ninguno.

Si te preguntas como sé todo esto, fue gracias a Raúl con el que tengo poco contacto, pero con el que no lo perdí nunca. También me contó que sigues teniendo la pequeña barquita de tu padre, aunque te compraste un barco más grande para pescar. Me alegra que al fin decidieses seguir los pasos de tu padre, los cuales tanto querías.

Me dio la noticia de que al final te casaste con Nieves, me alegro tanto por vosotros, siempre pensé que hacíais buena pareja. Me llegó la invitación de la boda, y te pido mil perdones a ti y a Nieves, pero no tuve el valor de volver.

El hecho de saber que llamasteis a vuestro hijo Eric, me hizo sonreír, aunque evocar ese nombre me entristeció. Tan solo me pica la curiosidad de cómo llamaréis a la pequeña, pero tranquilo, Raúl me lo dirá.

Me alegro tanto de que seas feliz Edu, y que hayas conseguido la familia unida que tu soñabas…

Nunca te olvidé, por si quieres saberlo, aunque supongo que este dato ahora será un hecho irrelevante en tu vida.



Espero que esta carta no rompa tu rutina familiar, tan solo te permito que me dediques un pensamiento, nada más. Sé que me fui tan rápido y que prácticamente no os di tiempo a actuar, pero debía de ser así. No había otra manera de ponerle final.

Cuando me fui con mi padre, volví a la ciudad. Al deseado interior, con el que Nieves siempre soñó. El cambio me resultó tan difícil como cuando llegué al pueblo.

Estudié dibujo, como me recomendaste y, ahora soy profesora en la universidad. ¿Adivinas de qué? Cómo no, de arquitectura. Tus predicciones se hicieron realidad Edu, aunque tan solo en parte.

Mi padre murió hace año y medio, y aún me cuesta soportar su pérdida, al igual que la de mi madre.
Por favor, pon una flor de mi parte sobre la tumba de la tuya. Me apenó mucho saber que murió. Era una gran mujer de ideas claras y una madre cariñosa. Te pido perdón de nuevo, por no haberme pasado, aunque tan solo fuese para darte el pésame… como dije antes, no tuve el valor suficiente.

Muchas veces tuve la idea de volver y pasearme por las calles del pequeño pueblo, pero la vida de la ciudad es muy rápida y casi no tengo tiempo para mi vida. Tuve pareja, hace tiempo, pero no duró lo suficiente para que yo sanase del todo. Fue bonito y duró lo que tuvo que durar, pero para mi gusto fue un único suspiro. Hace dos años que terminó nuestra relación de nueve. Recuerdo con mucha frecuencia lo nuestro.

El pequeño tiempo y lo intenso que fue.

Fue bonito.

Me compré un gato, porque mi pequeño piso no permitía un perro grande, que son mis favoritos aunque tú ya lo sabes.
Sé que a Nieves le gustará saber que vivo en el centro, me mudé de casa hace mucho, y que hay un gran parque verde cerca. El parque me recuerda al pequeño parquecito del pueblo, aunque el de aquí es mucho más ruidoso y está lleno de gente.

Dile también, que de noche, la ciudad se enciende de luces y su vista es preciosa, aunque no se ven las estrellas.

Me habría gustado poder ver a Eric, y poder ver a Nieves, a Raúl y a ti. Pero no puede ser.

Te preguntarás porqué te envío esta carta, después de veinte años. Te responderé, tan solo necesitaba dirigirme a ti por última vez. Porque sé que será la última vez, no hace falta que me contestes… No quiero saber si tus ojos leyeron mis palabras o, al contrario, tu mente ignora todo esto.

He de terminar la carta, pues tengo que ir a trabajar. Sellaré la carta en su sobre y de camino a la universidad, pararé la bicicleta para poder echar en el buzón mis palabras, con el deseo de que se pierda y no la leas. O que la leas pero que no me contestes.

No te diré adiós, ya sabes que siempre se me dieron muy mal las despedidas. Tendrás que conformarte con un

Hasta Siempre,

Tú amiga.

Elena.

sábado, 25 de abril de 2009

*Nuevo Mundo*

"Había esperado ese momento desde que abrió los ojos a su nueva realidad. Su cuerpo, o mejor dicho lo que podría ser una cáscara vacía de latidos, tembló cuando las puertas de metal, negras como la putrefacta y eterna noche de aquel lugar, se abrieron.

Sus ojos no pudieron sino observar con deleite, gozo y una nota de emoción, la nueva luz que allí se abría ante ella. Con rayos blancos y silvantes, acariciando las motas de polvo viejo del aire y alejandolas de su trayectoria, se abiró paso la luz que hacía tanto tiempo que esperaba.

Sintió como su marchito cuerpo, un amasijo de pellejo reseco, de huesos carcomidos y resaltados en su silueta, de músculos flácidos y de venas secas y muertas... volvía a recobrar toda la belleza que antaño tuvo. Su piel se estiro hasta la perfección de un rostro bello y joven. Su cuerpo se amoldó como un líquido en una botella, volviéndose grácil y esbelto. Su pelada cabeza se cubrió de una casacada negra y las costras de su cuero cabelludo cayeron al suelo como una lluvía.

Sonrió. Los dients rotos y amarillentos desaparecieron y cayeron, para dejar paso a una dentadura blanca y hermosa. Sus ojos blanquecinos y lechosos, ciegos de tant ver, se volvieron profundos pozos y miraron de nuevo hacía el horizonte.

Bella dama de traje oscuro. De rostro hermoso y sonrisa mezquina. De paso firme y manos finas y alargadas, que agarran el aire con pericia. De cabello largo y sedoso, que se pierde en la negrura de la noche.

Había vuelto a amanecer de su muerte. Dió un paso adelante, hacía la luz que allí había. Saliendo de la eterna noche tras las puertas de hierro.
Con sus ojos nuevos miró lo que había delante. Un mundo joven y nuevo. Un mundo en el que ella faltaba.

Sonrió mezquinamente.


La Crueldad
había vuelto al fin"

domingo, 15 de marzo de 2009

Gritos Huecos

**El frío se colaba por debajo de las sábanas y un sudor frío le recorrió el espinazo. No podía moverse, acurrucada en su lecho, agarraba desesperada los último minutos de su vida, porque sabía que esa noche moriría.

El sol se había ocultado hacía horas dejando una oscura noche sin estrellas, sin nubes y sin vientos que azotasen su ventana. Tan solo había dejado oscuridad, negra, fría, muerta y tan parecida a la nada...

Porque en eso se convertiría ella, en nada. Una vez su corazón dejase de bombear la sangre de su cuerpo, una vez sus pulmones dejasen escapar su último aliento, una vez que su alma saliese de ella... todo habría acabado.

Por eso no podía evitar que las lágrimas cayesen de sus ojos, recorriendo sus mejillas pálidas. Sus manos atrapaban la sábana como garras y sus uñas la rasgaban. Fue entonces cuando bajo la puerta empezó a entrar su temor.

De GrAn AuToRa


Silueta negra de mujer, ojos negros y piel blanca. De manos puntiagudas y de uñas pálidas. Sus dientes se entreveían, afilados y pálidos. La muerte la miró y con una tranquilidad desquiciante se acercó a ella.

La joven se incorporó, levantándose de su cama. No quería morir, pero su cuerpo estaba escuálido, enfermo y había empezado a morirse hacía tiempo. Pegó su espalda a la pared. Sus ojos abiertos por el terror observaban la figura con una mirada teñida de lágrimas. El camisón blanco que llevaba, le quedaba grande.

He venido a traerte conmigo. Ha llegado tu hora de dejar este mundo. Te he salvado varias veces del final que te esperaba pero ya no puedo hacer nada. Hoy despídete del aire de tus pulmones y de los latidos de tu corazón. Vendrás conmigo, serás una más de mi colección”- sonrió la muerte con malicia.

Ella negó con la cabeza mientras balbuceaba palabras sin sentido, su cuerpo temblaba sin poder evitarlo. No podía moverse, estaba paralizada. La muerte se acercó a ella levantando una de sus huesudas manos. Cuando estuvo cerca pudo oler el color rancio que despedía aquella joven que se aferraba a la vida sin saber que ésta ya la había abandonado nada más llegar ella.

Sintió un horrible dolor, su boca se abrió en una mueca cuando la garra de la muerte le apresó su corazón y lo apretó, explotándolo y derramando su sangre contra la pared de sus entrañas. Todo se volvió negro y sintió que sus piernas temblaban dejándola caer contra el suelo de madera.

Los ojos abiertos, vacío de cualquier aliento de vida. Su boca levemente abierta de la cual salía un chorro de sangre caliente. Su cuerpo, retorcido en el suelo. Se miró las manos, ahora no era ella misma. Su cuerpo no era su cuerpo. Era una copia vacía del anterior. No sentía vida en sí misma. No respiró ni sintió como su corazón bombeaba como loco su sangre.

Tampoco salió sonido alguno de su boca, aunque gritó. Era nada. La muerte rió con sorda.
Alrededor de la cintura de la joven había una cadena oxidada y puntiaguda que se clavaba en el cuerpo vacío del espectro. La muerte se dio la vuelta con la cadena entre sus manos.

La joven sintió como tiraban de ella, alejándola de su cuerpo inerte. Intentó resistirse pero la fuerza de la muerte era mucho mayor. Se agarró al suelo, siendo arrastrada. Dejándose las uñas en el suelo de madera, gritando sin que nadie la escuchase.

Y desapareció, convirtiéndose en otro pedacito de una gran nada**

lunes, 9 de marzo de 2009

Hijos de la Oscuridad XI: "Final"

"Era extraña ver a un grupo de espectros juntos, pero así era. Caminaban unidos entre los árboles de mirada atónita.
Madeleyn se lamentaba y dejaba tras de sí una aureola de color violeta, como un aroma, como un perfume.
Ezequiel sobrevolaba a pocos metros las cabezas de los árboles, precipitándose una y otra vez hacía el vacío para planear antes de rozar el mustio suelo.
Eliza miraba todo con sus ojos azules, como una chiquilla inocente. La cadena arrastraba tras ella y crujía dejando toda hierba negra. Agarraba de la mano a Meyson, el espectro translúcido. No miraba al frente pero sus ojos miraban el horizonte, no decía nada y su alma gritaba de dolor. Eliza arrastraba de él, le guiaba entre un mundo perdido. Era su guía, su luz, su única esperanza de cordura.Y las nubes susurraron la noticia.

El aire proclamó los murmullos.

Fueron en esos tiempos, en los que la luna acunaba al mundo, cuando los espectros vagaban en busca de la flor violeta. Y todo espectro lo sabía, toda alma los ignoraban. Cuando pedían ayuda, perdidos entre la niebla. Cuando un refugio no encontraban en el día.

Eran castigados por la muerte y otros no podían ayudarles.Ni las lágrimas rompían el corazón, ni sus lamentos eran escuchados. Tan solo les dejaban pasar, mientras les miraban, temiendo ser algún día como ellos.

De GrAn AuToRa


Y si ves a Ezequiel sobrevolando la noche, con sus alas finas y delgadas, con su venda en los ojos, sus labios negros y sus lamentos.

Y si vez a Madeleyn atravesando el bosque, con su llanto negro y su aureola violeta. Con su manto oscuro y su pálido rostro.

Y si vez a Eliza y Meyson, agarrados de la mano. Guiándose mutuamente entre jardines de ceniza, si les ves mirando el horizonte con sus ojos azules.

Tan solo, déjales pasar. Mírales irse. No les tiendas la mano, ni les ayudes.Porque en realidad la eternidad es suya y suyo es el castigo de sus almas.

Todavía en los días de luna clara, cuando el amanecer empieza a despuntar, se les puede distinguir. Sombras del pasado, almas perdidas. Como rastros de lo que un tiempo fueron como tú"

sábado, 7 de febrero de 2009

Hijos de la Oscuridad X: "Castigo"

**Se abrieron las brumas y de entre ellas surgió una figura. De cabellos oscuros, de vestido negro y ojos como la pez. Meyson observó la figura desde lo alto del mausoleo, no dijo nada... pues no había palabras que decir. Las palabras de Ezequiel habían despertado a aquella criatura, antigua, vieja y olvidada. Y sin embargo no la prestaban atención, Madeleyn estaba demasiado herida. Su corazón sangraba por las hondas palabras del joven espectro, pero sabía que algún día debía de llegar ese momento.

Eliza, con sus ojos azules, observó a la criatura nueva. Bajó sus brazos y las vueltas murieron cuando sus pies descalzos se posaron sobre las hojas mustias. La cadena que tenía alrededor de su cintura pareció más pesada y crujió ásperamente.

La figura tenía sobre su hombro un cuervo negro, que no dejaba escapar ningún sonido de su pico. Solo eran sus ojos los que hablaban por sí mismos. Porque la muerte estaba allí, y no solía aparecer entre sus hijos.

De GrAn AuToRa


Miradme, vuestras palabras he escuchado. Me habéis obligado a venir aquí”- la muerte suspiró con sus labios pálidos de los que salían pequeños fragmentos de almas. Sonrió, con sus dientes puntiagudos y viejos. Sus encías carcomidas estaban rotas y solo su lengua podía escurrirse entre ellas-“ Yo, que os di la muerte, no me gusta oír hablar de vida a mis hijos. Siento un escalofrío cuando huelo la vida, fresca y de vivos colores. De infantil fin. Yo, la muerte, quiero castigaros por ello

El silencio fue intenso, cortante. Ezequiel alzó su rostro hacía la muerte, pero no dijo nada. Madeleyn recorrió con su mirada a la criatura. Eliza se abrazó a Meyson, temblorosa y con sus ojos azules temerosos.

Yo, la muerte, os castigo a buscar la flor violeta
La flor violeta... es imposible de encontrar”- murmuró Madeleyn.
Exacto”-susurró la muerte mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa terrible- “Pero tenéis toda la eternidad para encontrarla, y no haréis otra cosa. Porqué sé que no queréis que mi ira se cierne sobre vosotros, hijos míos...”-la muerte miró a Meyson.

Se acercó a él con paso vaporoso, casi volaba por encima de las hojas mustias. La niebla la seguía como fiel compañera. La muerte sonrió. Su pálida mano acarició el rostro del espectro. Meyson sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, sintió la caricia de Eliza tras de sí, con sus brazos fuertemente amarrados en torno de sí. Asustada, escondida tras él.

Tú, mi bello Meyson no vayas a buscar la flor sino quieres. Tu voz no ha llegado a mis oídos. Sin embargo...”-la voz susurrante de la muerte le rozaba el oído, como una peste negra inundando la mirada de un niño-“Has dejado tu quehacer desatendido, por eso éste castigo

Los labios de la muerte rozaron los de Meyson, uniéndose en un beso terrible y mortal para los que aún viven. Los ojos azules del espectro perdieron luz y se quedaron vacíos de existencia. El azul brillante se tornó gris y su piel perdió el color para volverse casi transparente, traslúcida e incolora. La muerte sonrió al separarse.

Te arrebato tu poder, Meyson. Vaga por la nada y por la eternidad por siempre... como un alma vacía. Mi amor, tus hijos no volverán a sentir tus labios arrebatándoles la vida. Ya no eres mi consejero, Meyson. Ahora solo eres un espectro vacío y sin poder. Se, por tanto, un alma en pena

Dicho esto, un aire se alzó y la niebla desapareció con su portadora con ella. El silencio inundó el cementerio. Ezequiel miró a su compañero, ahora extraño. Eliza le besó las mejillas, cariñosa y se abrazó al cuerpo del espectro vacío. Madeleyn miró la luna, sin saber que hacer.

Ser un espectro vacío era un castigo horrible y cruel. Vagando sin descanso por siempre, buscando otra esencia. Los espectros vacíos nunca encontraban la paz en la eternidad y solían desaparecer pasado el tiempo, tristes de su miseria, heridos en su corazón y vacíos en su existencia.

De los ojos de Meyson no cayeron lágrimas. De su boca no salió murmullo alguno. Tan solo su violín se le escapó de entre sus manos.**

lunes, 2 de febrero de 2009

Hijos de la Oscuridad IX: "Eternidad"

**“Cuando todo parece haber terminado... es cuando todo vuele a comenzar. Es, en la más fría oscuridad, donde nace la más brillante estrella. ¿Es, el amor, en realidad una sensación de un cuerpo vacío que necesita de otro para poder seguir adelante? Son... ilusiones, sueños inalcanzables que nunca podrás volver a sentir. Un amor nunca será igual que el anterior, porque nunca amarás a una persona igual que como lo hiciste. ¿Es por eso que existe la vida? Es... un pequeño apartado del tiempo, en el que experimentas sentimientos y posibilidades. Y hay muchas formas de vivirlo. Puedes encontrar tu camino o perderte, seguir solo o acompañado... puede soñar con el futuro o solo recordar el pasado. Pero cuando se te otorga la vida, no te preguntan si conseguirás seguir adelante o si, tan solo, vivirás unos minutos. No. La vida es un regalo débil, fría al principio y templada al final... La eternidad es mucho más que eso. Es... todo el tiempo, todos los sueños, todas las lágrimas, las sonrisas, las miradas y palabras. Es... un mar repleto de recuerdos”- Madeleyn miró con sus ojos las estrellas del cielo, tumbada encima del musgo que trepaba raudo por su piel cenicienta.
Puede que tengas razón”-susurró Ezequiel- “Pero no niegues que la eternidad, por muy llena de posibilidades que esté. Es monótona y, puede tornarse, aburrida. Es como un pozo, sin salida, sin lugar de fin. Es... un pensamiento profundo del cual no vuelves a salir. Todas las criaturas otorgadas con la eternidad terminan desdichados, envidiosas de los que aún tienen vida y la aprovechan. La eternidad no es, sino, un sueño de niños. Precioso al principio y carente de sentido al final. Por que... ¿Qué sentido tiene la eternidad si dura para siempre? ¿Qué valor puedes otorgarla? Ninguno. La vida es valiosa por eso, porque llega a su fin en algún momento. Porque sino la aprovechas se te escapa entre los dedos. La eternidad también es un regalo, pero duradero. Siempre estará ahí, por eso no se valora al fin y al cabo

De GrAn AuToRa


“¿Me estás diciendo, que habrías preferido no ser eterno? ¿Haber desaparecido de toda existencia por siempre? ¿Sin recuerdos ni nuevos sueños que alcanzar?”-Madeleyn le miró con sus ojos, ahora duros y severos como piedras.
Sí, habría deseado desaparecer. Que mis recuerdos hubiesen sido olvidados y que éste dolor que sigo teniendo se hubiese esfumado en el fondo del mar, donde ahora yo debería de estar
Pues vuelve de donde viniste. Deja de ser eterno, Ezequiel. No mereces el regalo que te di aquel día mientras el aire se escapaba de tus labios”- Madeleyn se había levantado con un movimiento rápido y prácticamente invisible, alzándose ante Ezequiel.
“¿Quién merece la eternidad, sino los que no han sabido vivir sin ella?”-murmuró Eliza.

El silencio inundó a los cuatro espectros como una garra atenazadora. La luna empezó a desaparecer en el cielo**

viernes, 23 de enero de 2009

Hijos de la Oscuridad VIII: "Isabel"

**Abrió los ojos con un crujir de piedra y poco a poco de su piel se fue deslizando como arena el color gris que la cubría. Ezequiel movió sus alas y dejó una aureola de polvo al levantarse. Las lágrimas estaban marcadas en sus mejillas como si hubiesen sido de ácido. Escucharon como el tocar de un violín les despertaba por completo. Meyson, sentado en el tejado del mausoleo, tocaba a la luna mientras dejaba escapar de sus ojos lágrimas negras. Burbujeantes como el petróleo, espesas que teñían sus mejillas de negro.

Eliza despegó sus brazos de su cuerpo y los alzó por encima de su cabeza, con sus dedos tocando la luna de marfil. Dio vueltas lentamente con sus bellos ojos cerrados. Las hojas, de un color mustio y putrefactas, se alzaron del suelo y giraron a su alrededor.
Era una música triste y llena de emociones. En donde las lágrimas eran los recuerdos y las palabras vientos de tormento. Ezequiel sintió un escalofrío mientras veía al violinista tocar.

Meyson tenía sus ojos entrecerrados en un movimiento bello y delicado. Sus iris claros miraban un punto en la oscuridad y sus pupilas estaban fijas. Pero sus pestañas y párpados estaban teñidos de negro y de su lagrimal se escapaba rápidamente el agua oscura. Su cabello largo y liso le caía por los hombros y el ala de su gorro de copa le oscurecía sus facciones. Movía sus dedos con elegancia sobre las cuerdas del violín y hacía que estos soltasen las notas precisas que él deseaba.

Madeleyn se levantó no sin hacer un crujido de sus huesos. Sentía un vacío dentro de sí al escuchar aquella canción. Era demasiado bella para que los oídos humanos la escuchasen pero criaturas como ellos si podían sentirlo. Por eso se acercó y se apoyó en las ruinas del mausoleo. El largo abrigo negro de Meyson caía sobre la enredadera que trepaba por la entrada. Ezequiel suspiró. No podía creerlo. Su corazón roto parecía llenarse con aquellas notas tan tristes y por unos segundos sus ojos dejaron de llorar mientras, en su ceguera, buscaba un halo de esperanza.

“¿A qué se debe esta música, mi amor?” Susurraron los labios de Eliza rozando el oído de Meyson “¿Qué es ésta tristeza tan profunda, corazón? Me hace ver cosas que nunca he soñado. Explícame mi amor, explícame
“Es un recuerdo lo que toco” Meyson dejó escapar una nota grave “Un recuerdo demasiado vivo para una mente tan muerta, mi amor

Eliza rozó con sus labios el cuello del violinista. La pálida piel como la de un muerto, suave como el marfil. Y la luna se tornó rojiza, por el recuerdo naciente. Sangró en el cielo, rodeada de nubes de algodón. Madeleyn besó la piedra de la ruina y Ezequiel dejó escapar un murmullo de palabras.

Dime, ¿Quién es ese recuerdo que tanto te duele?” Replicó Madeleyn moviéndose lentamente sobre las hojas del suelo “Hazme recordar, porqué tus ojos lloran, Meyson. Hazme saber el porqué de que tu violín deje escapar este triste lamento. Deseo saberlo como tocar la luna y que llegue el final de las noches

De GrAn AuToRa


Susurraban los vientos la voz más hermosa del tiempo, porque era la criatura más hermosa que jamás se halla visto. Niña de cabellos castaños y de ojos claros, princesa de mis sueños. Bailaba bajo la luna y las estrellas con su vestido blanco como velo. Me entregaba su amor cada noche sin recelo. Niña dulce, Oh que dulces eran sus labios. Nunca podré olvidarla. Pero una noche no fue a mi encuentro, una noche no la encontré. Una noche terminó todo y el sufrimiento se guardó en su corazón. Pobre niña triste de mis sueños, joven e ilusa, inocente. De pálida piel y zapatos negros de bailarina. Se llevó mi corazón y nunca me lo devolvió” Meyson cerró los ojos.

Ezequiel tembló en un espasmo de tristeza. La joven Eliza acarició los cabellos del violinista mientras sus labios se abrían y cerraban, como intentando atrapar la esencia del aire.

Di su nombre, mi amor. Susúrrame su esencia, la que te llevaste en un beso de sus labios. Dámela, beberé de ella. Dame sus sueños y recuérdala en espíritu” Eliza dejó que sus labios se arqueasen levemente en una sonrisa leve.

Meyson dejó entreabiertos sus labios y dejó escapar lo que el espectro joven quería oír:

Isabel”**

lunes, 19 de enero de 2009

Hijos de la Oscuridad VII: "Estatua"

**Nunca se habían visto antes. Pero aún así posaron sus miradas en los demás. La estatua estaba encogida en su posición y el jilguero había volado buscando a su señora. Eliza torció el rostro e hizo sonar sus cadenas mirando a Madeleyn. Ésta negó con la cabeza y se sentó entre las tumbas medio rotas. No tenía nada que explicar. El castigo de Eliza duraría tanto como ella viviese, porque ella era la eternidad en todos sus sentidos. Y sin embargo Ezequiel también la miró. Madeleyn reconocía a aquel joven. Recordó encontrarle en el fondo del agua, mirando la luz que había sobre su cabeza en la superficie. Su corazón iba lento y el aire se le escapaba en burbujas por su boca, por eso le había otorgado la eternidad. Y aunque sabía que sufriría eternamente, no había sido lo bastante valiente como para arrebatarle aquel regalo. Eliza miró al cielo, las cadenas hacían llagas en su piel y éstas sangraban sobre las hojas muertas del cementerio. Sintió un escalofrío cuando Meyson pasó a su lado levantando a su alrededor las hojas del otoño.

No sabían por qué estaban allí. Los cuatro habían sido llamados. Los cuatro eran desconocidos y sin embargo se conocían sin saber la verdadera razón. Por eso no se fueron.

Ezequiel se acercó levantó su mirada cegada y se recostó en las rodillas de la mismísima eternidad. Su nueva madre. Madeleyn acarició sus cabellos.
No pude quitarle la vida, Ezequiel. Por eso te cedí la eternidad... como a muchos otros” susurraban sus ojos mientras de ellos saltaban lágrimas cristalinas que caían hacía arriba “Nunca me perdonaré haberte hecho esto, hijo mío
Libérame madre de éste castigo eterno. No quiero sufrir este dolor por la eternidad. Mátame para que pueda ser libre. Mátame tú, porque eres la única que puede hacerlo” Ezequiel sollozaba mientras rompía el silencio de la oscuridad de aquella noche.

De GrAn AuToRa


Con los primeros rayos del amanecer, su piel se tiñó de gris y sus rasgos se endurecieron. Las manos de Madeleyn acariciaban entre sus brazos a Ezequiel, aquel niño indefenso entre los brazos de su madre. De rostros tristes y curtidos, tiñéndose con la rapidez de una muerte de color gris piedra. Meyson les observó y dejó escapar un suspiro que heló las planta de su alrededor. Se adentró en el pequeño mausoleo de paredes gastadas con un rumor del viento. Eliza miró como amanecía, y sus ojos se adentraron más allá de todo lo que se podía ver. Con un movimiento de las cadenas que colgaban de su cuerpo entró tras Meyson dejando un rastro de sangre en la hierba seca.

Esperarían a la nueva noche. Cerraron con un crujido la puerta de piedra de aquella tumba elevada dejando su mirada posada en la nueva estatua de aquel cementerio**

lunes, 12 de enero de 2009

Hijos de la Oscuridad VI: "Lamento"

**Con las últimas luces del atardecer un jilguero voló a ras del suelo de hojas mustias. Se posó en una lápida de piedra gris y desgastada. Sus ojos negros se posaron en una estatua torcida.

Gris ceniciento, de postura recogida. La estatua lloraba desconsoladamente con sus manos en el rostro. Reteniendo con sus dedos las lágrimas de piedra. El jilguero voló entre las brisas de la nueva noche y se posó en las rodillas lisas de aquella mujer llorona.

Entre sollozos y susurros la estatua le explicó que ella había sido mujer en un tiempo. Joven y viva, pero un amor desaparecido la convirtió en piedra. Esperando a que él volviera pasaron los años y su piel gris se tornó. Hasta que cuando se dio cuenta no podía moverse y solo pudo sino seguir llorando entre lápidas. Donde su amor estaba enterrado entre la tierra encerrado en una caja de madera de pino.

El jilguero hizo un gorgoteo. La Luna apareció por encima de la cabeza de la estatua con el viento de verano. Los árboles hicieron sonar sus hojas formando un rumor. El pajarillo cantó a la Luna y lloró por el amor desaparecido de su amiga.
Y el viento se llevó aquel lamento.

De GrAn AuToRa


Ezequiel se paró entre los árboles de un bosque frondoso. Escuchó aquel lamento y con sus manos lo atrapó para guardarlo en sus labios. Con pasos lentos dio la vuelta y desplegó sus alas finas y huesudas. Alzó el vuelo en dirección a la luna de marfil, tan redonda y pálida. Acarició las nubes y besó las estrellas con sus labios negros. Buscaba el autor de aquel lamento y nadaba entre cielos en su dirección.


Dejó sus pensamientos en un rincón de su memoria. Sus ojos buscaron entre las estrellas. Madeleyn salió de su escondite con su vestido roto y lleno de suciedad. Ella, la eternidad en si misma había vuelto a abrir sus ojos. Se arrastró entre matorrales de espinas y se sumergió en las aguas de los lagos. Sus cabellos húmedos empapaban sus ropas y hacían que sus labios tuvieran un tono azulado. Acarició los cuerpos de los árboles siguiendo un lamento de tristeza. Cerró sus ojos y con los rayos de la luna iluminándola entre las ramas de los árboles, dio vueltas mirando las estrellas. Alzando sus manos para atraparlas, con una sonrisa en sus finos labios.


Meyson se quedo quieto. Escuchó aquella música. Cerró los ojos. Acarició los labios de una joven. Miró como los rayos de la luna entraban por el cristal de la ventana, guiándolo en su camino. Sus ojos claros observaron a la joven que, tapada con las sábanas, dormía pausadamente. Hija suya, soñaba con las nubes y estrellas, mundos perdidos del saber y criaturas más allá de toda imaginación. Acarició sus rubios cabellos y su rostro. Meyson cogió su violín entre sus manos y se dispuso a tocar, una balada de amor y tristeza acompañando a aquel lamento tan precioso y delicado, mientras se encaminaba hacía la ventana.


Eliza abrió sus ojos dulces. Las estrellas giraban encima de su cabeza. Sentía como las gotas de lluvia estaban se habían convertido en hielo en su cuerpo. Sus cabellos estaban teñidos de una capa de escarcha al igual que sus ropas. De su boca dejó escapar un aliento, el cual ascendió blanco hacía el cielo oscuro. Aquel sonido la había despertado de su sueño. Debía ir a su encuentro. Lentamente su cuerpo se levantó y volvió a sentir las hojas bajo sus pies. Agarró la cadena que estaba enrollada alrededor de su cuerpo y cuello, atada. Alzó la vista hacía aquella luna.
Hacía tanto que no la había visto que pensó que no había nada más hermoso que aquel gran botón blanco. Abrió sus manos y ascendió hacía la luz, dejando tras de si la oscuridad en la que hacía tiempo había caído**

domingo, 11 de enero de 2009

Hijos de la Oscuridad V: "Meyson"

**Tal vez sea un susurro lo que oyes. O tal vez el canto de una sirena. Las brumas se abren ante él con una tranquilidad escalofriante. Es la Luna lo que desea ver. Su frío y mortecino reflejo en el agua de un estanque. Y con parsimonia observa su alrededor.

Es Meyson. Con sus acordes, despierta a aquellos que no descansan y no lo podrán hacer nunca. Acaricia el aire con sus manos y exprime su jugo hasta dejarlos acallados.
Es el que lleva la muerte a los de corazón soñador.

Con gorro de copa y ropa oscura. De blanco rostro y sendas oscuras en sus mejillas.
Artista infeliz, de ojos claros y profundos. De manos ágiles y suaves.
Meyson recorre la ciudad acompañado de su violín, buscando corazones felices que arrebatar.

Nunca siente pudor ni remordimientos al exprimir una vida. Es la muerte de las jóvenes dulces. Entra con las sombras y mece con su canción.
Llora de sí mismo, recordando su vida. Vida de pobreza y desdicha. De dolor y lucha.
Y derrota al fin.

De GrAn AuToRa


Besa los labios vivos con suavidad y respira el alma de quien duerme. Su cuerpo se repone y abandona a la joven en un sueño eterno. Encuentra dicha al conseguir un lugar tranquila.

Alma corrompida y dañada. Llorón innato. No merecen vivir quienes viven en otro lugar. Aquellos que no disfrutan de la vida, del regalo más preciado del universo. Él castiga a aquellos que no encuentran el sentido a la vida. Red de acusaciones y de mentiras. Vida desperdiciada en épocas de existencia.

Meyson encuentra lo que quiere. Consejero de la muerte, reparte justicia y lleva a las almas arrebatadas ante su señora. Los espíritus son guiados por la música de su violín.
Tan hipnotizante y triste.

Se oye la primera nota. Meyson cierra los ojos y se derrite en un arroyo cercano. Su música guiando y sus ojos llorando.

Muerte entre callejones. Nunca olvidará quien fue en su existencia. Nunca perdonará su error. Como aquel beso que nunca recibió de un ángel. Busca la felicidad entre la brisa, el mar y los infiernos.

Padre de aquellos que no consiguen objetivos, Meyson es un padre dulce con sus hijos. Pero no da dicha ni felicidad. Atrae a sus criaturas hacía la mortecina luz de la muerte. Le ve nacer entre gemidos de existencia y él mismo les mata besando sus labios.

Meyson, desaparece entre sombras. Con un suspiro, esta noche descansará a los pies de un árbol. Con su violín entre sus brazos y sus labios esperando aquel beso que nunca recibió**

Hijos de la Oscuridad IV: Ezequiel

**Ciego a la realidad. Muerto para el mundo. Silencioso para el tiempo. Ezequiel entra en las noches como criatura solitaria.
De alas peladas y finas, de tira sobre los ojos, de cicatriz rasgada. Ezequiel suspira entre cosmos de tiempos.
Sin poder deslumbrar la luz que puede guiarlo hacía la Luna. Busca entre árboles su vida perdida una tarde de Otoño.

Ezequiel, tantea las lápidas grises y de piedra. Buscando una señal de su amada.
Su corazón está tan roto que fue imposible recomponerlo y su vida terminó en el mismo instante en el que ella le dio la espalda.
Ahora es un alma errante.

En su cuerpo no cabe ningún otro sentimiento. Solo siente dolor y un enorme amor, el cual su llama sigue viva aunque su cuerpo no lo esté. Siempre estará enamorado de la joven de cabellos otoñales, de ojos invernales y de sonrisa tan cálida como el propio verano.

Ciego de amor y herido. No tiene nada. Ella se fue dejándolo caer en la inmensidad de un mar de muerte. Ezequiel la recuerda.
Con lentitud murió. Poco a poco su espíritu fue acabando en su interior hasta que no pudo soportarlo y puso final a todo aquello.

De GrAn AuToRa


Pero ahora, una vez muerto, sigue buscándola y tiene toda la eternidad para encontrarla. La Luna vela por su amor y la oscuridad cuida su dolor. Ezequiel se refleja en los cristales tanteando cada rostro. Ezequiel se encuentra en cada anochecer.
Vuela de noche para caer de nuevo al amanecer. Cada día es una nueva muerte.

Recuerda como el agua le envolvió y como se hundió. Hundirse hasta el fondo, en donde tan solo hay oscuridad y en donde podría recordarla por siempre. Sin respirar, sintiendo como su corazón late como loco. Como pasan los minutos y su vista se oscurece como tapada por una cinta. Sintiendo que su espíritu se desvanece y al fin, dormir en el sueño eterno.

Pero despertó, se vio a sí mismo en aquel fondo. Muerto, sin aliento. Sin pensamientos, había conseguido olvidarla. Pero su alma corrompida había vuelto a despertar en vez de descansar para siempre.
Pobre Ezequiel, un alma en pena.
Ciego a la realidad. Perdido en sus recuerdos. Silencioso para el tiempo. Buscador eterno. Y muerto para ella**

Hijos de la Oscuridad III: "Eliza"

**Atada a cadenas de eternidad, no podía sino mirar la noche con dulces ojos.
Porque era un ángel sin dueño. Solitaria y sin destino. Herraba en la oscuridad sin realidad.
Recordaba su vida y su pasado. Esperaba su futuro.
Pero todo era triste a su alrededor. Ella era una niña entre un mar de personas.
Gritaba a todo pulmón, pero nadie la escuchaba. Encerrada en una celda oscura con ratas por compañía.

Entre dejes de locura acariciaba sus mechones pensando en aquellos que había conocido y en todos los amores que había dejado marchar. Todos los días que había vivido sin realmente sentirse viva y todas aquellas noches llorando agarrada a su almohada.

Porque todo le parecía de un idéntico gris. Todo era tan inalcanzable como las nubes.
Hubo un tiempo en el que había alzado sus manos hacía el cielo intentando atrapar las estrellas. Pero siempre se quedaba en la oscura noche.
En sus sueños bailaba, al son de una música hipnotizante. Giraba en un vertiginosos remolino de recuerdos. Pero caía en la nada sin poder amarrarse a ningún saliente.

Haciendo equilibrios en una cadena. Bajo ella, una inmensa nada, sin final.
Sus dedos bailaban acariciando el aire, mientras éste removía sus cabellos.
Recogió sus alas, todos sus sueños serían olvidados. Daría paso a ser otra pequeña parte de aquella nada tan grande. Sería una pequeña mota en la oscuridad. Toda su vida terminaría en un rápido momento.
Nunca se había sentido especial, nunca había sido nada en todos aquellos años.
¿Qué importaba que todo terminase?

De GrAn AuToRa


Por eso su pie descalzo resbaló lentamente. Se precipitó en la oscuridad, mientras miraba su destino. Cerró los ojos y su silueta se borró en la distancia. Se la habían llevado en un sopló de momento. Mientras caía, el viento acarició su cuerpo. Meciéndola en una tranquila nana. Sus cabellos volaban a su alrededor dirigidos por un aliento frío.

Dejó escapar un suspiro, el cual ascendió como luz entre aquella oscuridad tan espesa.
Y después... nada.

No había abierto sus alas, no había abierto sus ojos. No había ascendido de nuevo.
Tan solo había caído**

Hijos de la Oscuridad II: "Madeleyn"

**Nunca tuvo miedo a la muerte. Era tan simple. Todo terminaba con la muerte, era una forma de renacer de nuevo. Uno muere cuando su cuerpo esta tan cansado que no puede seguir adelante. Cuando el espíritu, agotado de seguir, se va acallando en el interior de todos. Se muere cuando los latidos del corazón cesan en un acto de rebeldía. Cuando se expira el último aliento hacía las estrellas.

Al contrario, tenía miedo de vivir. De la vida. Es en la vida en donde pueden ocurrir hechos, los cuales no deseas. Era el más peligroso regalo. La vida significaba dolor y sufrimiento, lucha, derrotas y victorias. Era la mezcla más peligrosa del experimento de los dioses. Era el secreto que no debería haber sido descubierto de la caja de Pandora. Y nunca la había apreciado, no sentía apego hacia ella. Una carga más para su espíritu inquieto.

Por eso tal vez los días pasaban rápidos ante sus ojos como gotas de lluvia. Eran suspiros, un parpadeo. Un tiempo relativo en el que se dedicaba a mirar la inmensidad de la eternidad. Una eternidad nunca variada. Los días amanecían y anochecían ante su existencia sin nada diferente al anterior. Las estaciones eran tristes e iguales en todos sus sentidos a las anteriores.

De GrAn AuToRa


Por eso, pensaba, que la vida era mera molestia y la muerte la solución más correcta. Entonces, ¿por qué no arrebatarse la vida? Al final todo llegaba en su momento. Era algo perfectamente lógico y totalmente correcto. Algún día, sus miembros también se entumecerían, su espíritu abandonaría su cuerpo y sus órganos, cansados, se pararían.

Pero no le entristecía. Sus pensamientos nunca tuvieron un deje de tristeza. Solo asentimiento y aceptación. Su mente no veía solo las cosas blanco o negro, podía haber diferentes tipos de grises y por eso diferentes formas de aceptarlo.

Porque la eternidad era, en realidad, ella misma**

sábado, 10 de enero de 2009

Hijos de la Oscuridad

**¿Por qué la oscuridad parece más negra cuando necesitamos luz? Puede que nuestros sentimientos varíen la forma de ver las cosas. Puedes estar rodeado de la más negra oscuridad y sentirte feliz, ten seguro que esa oscuridad se habrá aclarado antes de lo que crees. Pero sin embargo si la oscuridad es cuando emana de ti mismo, entonces es tan difícil ver la luz. Tanto, que es fácil perderse en la inmensidad de su negrura.

Cuando vives en la oscuridad. Cuando es ella tu único lugar donde puedes refugiarte del mundo atareado del exterior. Cuando todo es así, es más bella de lo que puedes creer. Es la última lágrima de un alma triste. El último grito de ahogo de unos labios mortecinos. Es la última mirada de unos ojos vacíos y fríos.

De GrAn AuToRa


Puede que la soledad esté unida a su inmensidad. Puede que sea cierto. Pero eso realmente no importa, porque es todo lo que necesitas. Todo lo que deseas y añoras. La fría oscuridad. No hay latidos en su interior, ni vientos azotados de rencor. Es una tempestad sombría, una garra que se expande sin parar.

Es algo tan realmente hermoso, que te pierdes en su incolora realidad. Todo en ella puede ser bello, pero también horroroso.
Pero cuando es tu casa, cuando es tu refugio. Donde guardas tus recuerdos y emociones, donde vives cada instante de tu vida. Entonces olvidas lo fría que puede llegar a ser.
Y únicamente puedes sentirla como un hogar lleno de fácil comodidad**