No sabían por qué estaban allí. Los cuatro habían sido llamados. Los cuatro eran desconocidos y sin embargo se conocían sin saber la verdadera razón. Por eso no se fueron.
Ezequiel se acercó levantó su mirada cegada y se recostó en las rodillas de la mismísima eternidad. Su nueva madre. Madeleyn acarició sus cabellos.
“No pude quitarle la vida, Ezequiel. Por eso te cedí la eternidad... como a muchos otros” susurraban sus ojos mientras de ellos saltaban lágrimas cristalinas que caían hacía arriba “Nunca me perdonaré haberte hecho esto, hijo mío”
“Libérame madre de éste castigo eterno. No quiero sufrir este dolor por la eternidad. Mátame para que pueda ser libre. Mátame tú, porque eres la única que puede hacerlo” Ezequiel sollozaba mientras rompía el silencio de la oscuridad de aquella noche.
De GrAn AuToRa |
Con los primeros rayos del amanecer, su piel se tiñó de gris y sus rasgos se endurecieron. Las manos de Madeleyn acariciaban entre sus brazos a Ezequiel, aquel niño indefenso entre los brazos de su madre. De rostros tristes y curtidos, tiñéndose con la rapidez de una muerte de color gris piedra. Meyson les observó y dejó escapar un suspiro que heló las planta de su alrededor. Se adentró en el pequeño mausoleo de paredes gastadas con un rumor del viento. Eliza miró como amanecía, y sus ojos se adentraron más allá de todo lo que se podía ver. Con un movimiento de las cadenas que colgaban de su cuerpo entró tras Meyson dejando un rastro de sangre en la hierba seca.
Esperarían a la nueva noche. Cerraron con un crujido la puerta de piedra de aquella tumba elevada dejando su mirada posada en la nueva estatua de aquel cementerio**
Maria eres la puta ama , en serio , esta genial , me encanta!!!
ResponderEliminarY por favor sigues escribiendo esta historia , me encanta
Tu amigo Dani
Maria eres genial y la historia esta genial , me encanta , sigue escribiendo !animo! que me deja con intriga.
ResponderEliminarTu amigo Dani